Renato Leduc (1897-1986)

Fué telegrafista en su primera juventud; más tarde ocupó algunos puestos en el servicio consular, especialmente en París y en Londres... sin embargo, su más alta vocación a lo largo de de sus largos días, fue la de ser un poeta -en prosa y en verso- enamorado de la vida y un periodista empeñado en dar voz a los desposeídos, en denunciar a quienes -nacionales y extranjeros- abusan del poder, explotan a los más débiles, corrompen la sociedad.
Los muchos amigos de Leduc, y él mismo, tejieron desde su mocedad una leyenda que subraya la naturaleza mundana del escritor, su aborrecimiento de la solemnidad necia y de la estupidez, su gusto por la bohemia, las picardías y el buen humor. Con frecuencia este prestigio -en nada desmerecido- ha llegado a disfrazar otras de las cualidades de Leduc, como el cuidado con el que escribe, su respeto por el trabajo, el esplendor de su lenguaje, la afición por las paradojas, la erudición en más de una materia, el conocimiento entrañable de los poetas españoles de la Edad Media y el Renacimiento, el placer de avanzar sin prisa por un texto de sabrosa densidad.
Estudió Jurisprudencia en la Universidad Nacional de México. Colaboro en periódicos y revistas culturales escribiendo poesía, cuentos y crónicas. En 1935, apoyado por la Secretaría de Hacienda, viajó a París donde se dedicó a perfeccionar su estilo literario entablando amistad con varios escritores surrealistas. Entre sus principales obras poéticas se encuentran «El aula» en 1929, «Los banquetes» en 1932, «Algunos poemas deliberadamente románticos y un prólogo en cierto modo innecesario» en 1933, «Breve glosa al Libro de Buen Amor» en 1939, «El corsario Beige» en 1940, «Desde París» en 1942, «XV fabulillas de animales, niños y espantos» en 1957 y «Catorce poemas burocráticos y un corrido reaccionario, para solaz y esparcimiento de las clases económicamente débiles» en 1963. Murió en Ciudad de México en 1986.

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